El Destino Manifiesto: ¿ideal o justificación?
     

Se ha dicho que la religión protestante es pesimista porque nadie sabe si salvará su alma, a pesar de las buenas acciones que se empeñe en realizar en vida. Sin embargo, la ética protestante es muy pragmática y desarrolló una manera de interpretar el destino de los hombres, con el fin de brindar una esperanza de salvación. Los “signos de salvación” se expresan de la siguiente manera:

   
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• Dios confirió a cada hombre una vocación (calling) o misión que debe desempeñar en la Tierra. El ser humano alaba a Dios en la medida en que cumple con su misión. El éxito en el mundo depende de llevar a buen término la vocación personal, que expresa el deseo de Dios para cada ser humano.

• El hombre glorifica a Dios a través del trabajo (“Laborare este orare”, es decir “trabajar es orar”). El trabajo que realiza cada ser humano es muy respetable porque cualquiera que sea su profesión, si la lleva a cabo bien (de manera estable, próspera, exitosa) significa que está cumpliendo con su vocación. La riqueza que se obtiene a través del trabajo es una señal de aprobación divina, aunque no es un fin en sí misma. Se condena de manera contundente la ociosidad y la relajación de las costumbres. Al respecto, nos ilustran las palabras de Benjamín Franklin: “acostarse temprano y levantarse temprano hacen al hombre rico, sabio y sano”. O bien el dicho que reza: “Ayúdate que Dios te ayudará”.

 

 
• El hombre descubre “signos” de salvación en el éxito que Dios le permite tener en su vida, porque significa que está cumpliendo con su vocación, aunque nunca puede estar seguro de haberse salvado. Los réprobos son aquellos que no son bendecidos por Dios, y por lo tanto fracasan en la vida. El fracaso se expresa como pobreza material o desaprovechamiento de recursos.
     

Segúnla visión del mundo protestante, el hombre, raza o nación que goza de prosperidad, salud y felicidad puede estar prácticamente seguro de que ha sido elegido por Dios. Entonces la misión de los elegidos es guiar a los demás (réprobos) para alcanzar la felicidad, salud y prosperidad. Si un individuo “fracasa”, también es susceptible de ser “rehabilitado” por lo elegidos, o bien puede ser eliminado sin remordimientos. La elección divina y misteriosa de unos para ser salvados y la de otros para no serlo, provoca la discriminación de los que se sienten elegidos hacia los que “probablemente” no lo serán. Esta discriminación se extiende al campo político y racial.


En el periodo colonial los misioneros pregonaban que Dios dispuso que los ingleses protestantes trabajaran las extensas tierras de Norteamérica, a cambio de la evangelización de los naturales. Los colonos creían que confrontaban “fuerzas satánicas” en los nativos americanos, y que su obligación era llevarles la luz de la civilización y de la religión. Si un nativo infringía alguna de las severas leyes puritanas, la multa era pagada entregando tierra: así el despojo a los indios adquiría un aspecto “legal”.

 


Con la independencia de Estados Unidos los colonos secularizarán al máximo la doctrina, que acabará siendo la que conocemos como Destino Manifiesto (o bien destino patente o evidente). Una de las principales justificaciones para el expansionismo estadounidense, se fundamenta en esta idea de origen religioso: los Estados Unidos deben civilizar a todas aquellas razas o naciones consideradas réprobas por su pobreza, por su situación de caos a cualquier nivel, por su incivilización o por representar un peligro para la seguridad de la nación norteamericana. Asimismo, el “self-made man” (“el hombre que se hace a sí mismo”) se convirtió en el modelo de norteamericano porque representa al inmigrante que obtiene el éxito a través del trabajo duro, de la competencia con otros y, sobre todo, rindiéndole cuentas a Dios.

 

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