¿Qué pasó después del Holocausto?
     
     
     


 

El largo camino a casa


La liberación implicó para muchos la conciencia de lo ocurrido, de las pérdidas y de la inmensidad de la tragedia. Mientras la vida en el campo giraba en torno al momento presente: al hambre, al miedo, al cansancio y al frío, la libertad trajo consigo una especie de malestar: "Habíamos sido liberados de la muerte, del miedo a la muerte, pero no habíamos sido liberados del miedo a la vida."1


Sin familia, sin casa, dinero ni documentos, los sobrevivientes emprendieron distintos caminos. Hubo quienes intentaron regresar a sus hogares con la esperanza de encontrar alguna señal de sus seres queridos. En la mayoría de los casos sus casas habían sido destruidas o estaban siendo ocupadas por otras personas.
 

     Después de la Guerra y de la liberación estuve viviendo en casas abandonadas. Un día llegó un señor que tenía pequeños carros con la bandera polaca y decía que cualquiera que quisiera ir a Polonia podría ir, subir e ir en ellos. En ese entonces me dije: "Debería ir porque mi madre puede regresar. Mi tía puede regresar. Mi primera responsabilidad es ver quién regresa así que iré a mi ciudad". Me uní a la caravana [...] No tenía dinero, ni ropa, ni equipaje, no tenía nada [...] Cuando llegamos a Lodz y fui a la casa en donde vivía con mi familia el intendente que cuidaba el edificio reaccionó con una enorme sorpresa, no emoción, sino sorpresa de que yo hubiera regresado. Y, ¿para qué?, me dijo: "No tienes que ir a tu casa porque los alemanes la vaciaron. Tomaron las alfombras y todo lo demás. No queda nada y otras personas están viviendo allí". Yo le contesté: "Tal vez queda algo" y subí, pero quienes vivían ahí no me dejaron entrar.2

 

 

 

 Otros más, aquellos que perdieron a sus familias decidieron encontrar un nuevo hogar en algún otro rincón del mundo. La migración no fue fácil, ya que muchos países impusieron restricciones sobre el número de personas que podían recibir. Tal fue el caso de Estados Unidos, Inglaterra y otros tantos. Hubo, sin embargo, naciones como México y Argentina menos restrictivas en este sentido.  


Decidimos venir a Argentina porque estuvimos en Italia casi dos años y como todavía el Estado de Israel no había sido creado no podíamos ir allá. Habíamos perdido tantos años en la guerra. Uno tiene ganas de empezar una vida nueva, de empezar a trabajar. Porque sin trabajar tampoco es muy cómodo vivir. Cada uno tenía la esperanza de empezar ya la vida, de empezar a estudiar, empezar a vivir una vida libre. En los campos de desplazados no vivíamos mal. Nos daban de comer, vivíamos muy libres, nos divertíamos mucho, íbamos a bailes y todo, pero queríamos una vida nueva. Y mi papá tenía un hermano y una hermana acá en Córdoba, entonces se comunicó con ellos y ellos empezaron hacer los trámites para venir a Argentina.3

 

 

Por su parte, quienes no sabían a dónde ir, permanecieron por meses e incluso años en los campos de personas desplazadas que fueron establecidos por las fuerzas aliadas para proveer de techo y alimento a los casi 7 millones de refugiados que habían tenido que desplazarse a raíz de la Segunda Guerra Mundial.

De 1945 a 1952 estos fueron los hogares de cientos de miles de personas. Se creía que en estos campos la calidad de vida de sus habitantes mejoraría de manera dramática. Sin embargo, por muchos años ésta no fue la realidad. Además de estar la mayoría de ellos localizados en Alemania, incluso en los mismos sitios en donde habían estado los campos de concentración, estos lugares tenían alambre de púas y guardias armados en las antiguas torres de vigilancia que recordaban el trato de los nazis hacia sus prisioneros. Además, en muchos casos no había suficiente comida, la privacidad era nula y la gente tenía que seguir durmiendo en barracas de madera. Por supuesto que existía una diferencia fundamental, no había maltrato físico ni violencia. Pero, las condiciones seguían estando lejos de proveer una vida digna.

 


1 Testimonio tomado de: Berenbaum, Michael, A promise to remember: The Holocaust in the Words and Voices of its Survivors, Bulfinch Press, Singapore, 2003.
2 Testimonio de Blanka Rotschild, editado y traducido por la autora de este texto. Blanka vivió en el ghetto de Lodz en Polonia a partir de 1940. En 1944 fue transportada junto con su madre a un campo de concentración en Alemania. Meses después fueron separadas y llevadas a distintos campos. En la primavera de 1945 Blanka fue liberada por tropas soviéticas. Después de la liberación descubrió que ninguno de sus familiares había sobrevivido. Vivió en un campo para personas desplazadas y en 1947 emigró a Estados Unidos. La entrevista puede consultarse en la siguiente página:
http://www.ushmm.org/wlc/article.php?lang=en&ModuleId=10007189 (consultada en julio de 2007).
3 Testimonio de Sonia S. Es posible ver la entrevista en la siguiente página: http://www.ushmm.org/wlc/media_oi.php?lang=sp&ModuleId=10005764&MediaId=4801 (consultada en julio de 2007).