
|
El
acceso a los libros
En
los primeros siglos de la Edad Media muy pocas personas tenían
acceso a los libros, pues la gran mayoría de ellas pertenecían
al ámbito religioso. Sin embargo, paulatinamente hubo otros grupos
sociales que comenzaron a tener y usar libros, especialmente a partir
del siglo XII. Además de los monjes, sacerdotes y misioneros, conocieron
los libros emperadores, aristócratas, coleccionistas ricos y estudiantes
que los consultaban en las bibliotecas de las Universidades que se fundaron
hacia el siglo XIII.
Los libros para misioneros se relacionaban con la educación cristiana,
con ilustraciones didácticas y textos explicativos (como Biblias,
salmos, evangelios y libros que contenían consejos prácticos
para pastores). Los emperadores y reyes encargaban libros lujosos y muy
decorados, que exhibían para provocar la admiración de sus
visitantes o regalaban en ocasiones especiales, generalmente en bodas
o encuentros diplomáticos.
En el siglo XII, con la gradual penetración de libros en el mundo
secular dio como resultado talleres laicos con escribanos profesionales
que competían con los scriptoria monásticos. Hubo casos
en que un grupo de laicos financiaba la fabricación de un libro.
El ascenso de universidades y escuelas catedralicias creó una nueva
necesidad de libros: manuales para uso escolar y educacional.
|
|
|
|
Los
libros en la Edad Media
|
|
|
|
|
Estos
fueron tratados teológicos, glosas e interpretaciones de la Biblia,
manuales y textos legales, poemas didácticos, manuales astronómicos
y libros sobre la naturaleza, historia, etcétera. La demanda de
estos libros llevó a la emergencia del comercio profesional de
libros, especialmente en los centros universitarios de Paris, Boloña,
Padua y Oxford.
En el siglo XIII comenzaron a proliferar los libros ilustrados de contenido
secular como: crónicas de casas reales, tratados de moral, libros
de cocina, libros de torneos, novelas de caballería. Estos libros
se hicieron para jóvenes aristócratas, en donde se presentaba
la vida ejemplar que debía seguir la aristocracia. La aristocracia
también consumía libros con canciones y novelas, libros
de viaje, temas antiguos y vidas de santos. El mejor ejemplo de libros
dedicados a la devoción privada de los aristócratas son
los Libros de horas, muy populares en el siglo XV. Más
adelante, en los siglos XV y el XVI, se volvió popular entre los
ricos coleccionar libros que contenían el pensamiento humanista
de la antigüedad clásica.
|
El
arte de los manuscritos iluminados
El
gran desarrollo de los manuscritos iluminados fue impulsado por la invención
del libro, es decir cuando se cambiaron los rollos de papiro
por códices elaborados a partir de la unión de sus hojas.
La iluminación de libros fue una de las formas artísticas
más importantes hasta el siglo XVI. En los principios de la Edad
Media la mayoría de los pintores de miniaturas eran monjes ocasionalmente
monjas o miembros del clero secular que trabajaban en los scriptoria
de los monasterios al lado de escribas o scriptores, que también
eran monjes.
La
mayoría de los artistas profesionales de la Edad Media tardía
trabajaban sólo en la iluminación de libros, pero otros
estaban involucrados tanto en trabajos de miniaturas como en pinturas
de gran escala, como frescos y altares. Los iluminadores pertenecían
a los gremios de pintores o de aquellos que se dedicaban al comercio de
libros. Algunos escribas comenzaron a firmar sus textos en el siglo VI;
sin embargo, no sobrevive ninguna firma de iluminadores antes de los siglos
VIII y IX. En algunos casos, el escriba y el iluminador podían
ser la misma persona.
|
|
Generalmente,
varios iluminadores compartían la decoración de un libro.
Las diferentes fases de trabajo de una misma miniatura eran llevados a
cabo por varios miembros de un mismo taller: el maestro era responsable
de la parte más complicada y determinante del trabajo, como la
composición; a los aprendices se les confiaba el trabajo más
mecánico, que consumía mayor tiempo y que requería
menos experiencia, como la preparación de los colores o el refuerzo
en tinta del dibujo preeliminar. Algunas veces las hojas separadas de
un códice que aún no era unido se daban a diferentes pintores
para decorar. Ellos tenían que armonizar todo el trabajo.
Así
la especialización del trabajo en la elaboración de un libro
creó distintas disciplinas. Estaban quienes unían las páginas
de los códices, quienes mezclaban los colores, quienes se encargaban
de la composición y el diseño y dibujo de las figuras, quienes
pintaban con colores las figuras, quienes hacían la filigrana y
el ornamento decorativos, quienes les daban su acabado lustroso a las
miniaturas, etcétera. Durante el proceso de escribir, el escriba
dejaba espacios en blanco para las ilustraciones y en los márgenes
del libro describía en una nota qué escenas debían
pintarse; es decir dejaba instrucciones para el iluminador, incluso le
decía qué colores debían emplearse en la miniatura.
|
En
los manuscritos se pintaban diversos motivos, como figuras de animales,
monstruos, caracteres humanos. Las letras iniciales de los textos frecuentemente
se decoraban, generalmente con una escena relacionada con el texto.
Las decoraciones más ambiciosas cubrían un cuarto, la
mitad o hasta una página completa. Los iluminadores copiaban
otras miniaturas o se apoyaban en manuales sobre decoración de
libros.
Al
principio de la decoración de un códice, el libro se encontraba
en hojas separadas. Una vez que la escritura del manuscrito había
sido completada, el proceso de pintura empezaba con la aplicación
de los colores básicos y el delineado del dibujo. Después
se aplicaban las sombras y los tonos más oscuros, luego los blancos
que creaban efectos lumínicos. Los colores eran pigmentos vegetales
o minerales molidos, que se integraban con clara o yema de huevo (como
en la técnica de tempera), azúcar o cera de oído.
Estrictamente
hablando, un manuscrito iluminado es el que contiene finas hojas de
oro o plata en su diseño. Estos eran los manuscritos más
preciados; sin embargo, había monjes que renunciaban a estos
lujos porque se consideraban inapropiados respecto de la vida austera
que debían llevar. En el caso de los libros que se vendían,
muchas veces el copista dejaba en blanco el lugar de las letras floridas
(capitulares) y de las miniaturas para que un comprador modesto pudiera
comprar el manuscrito tal como estaba; en tanto un cliente más
rico podía hacer pintar los espacios reservados.
|