En
busca de los desaparecidos
Ante las primeras desapariciones, las familias de los afectados comenzaron
a movilizarse para denunciar sus casos ante el Ministerio del Interior,
la Policía, la Iglesia, los partidos políticos y ante algunos
políticos prominentes. También formaron organismos de denuncia
como la Liga, la Asamblea, Familiares, etcétera. Sin embargo, todas
las peticiones de justicia se topaban con la indiferencia, la amenaza
o el laberinto burocrático del régimen militar. La mayoría
de los denunciantes eran las propias madres de los desaparecidos. Todas
ellas acudían a los mismos lugares a denunciar, y poco a poco fueron
conociéndose entre ellas.
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Estando
en la Iglesia de la Marina (Stella Maris), una de las madres de desaparecidos
propuso ir a la Plaza de Mayo y pedir audiencia al presidente para que
les dijeran qué había pasado con sus hijos. La primera vez
que fueron a la Plaza fue un sábado, pero nadie las recibió.
Volvieron al siguiente viernes y a la siguiente semana el jueves. En la
Plaza de Mayo se fueron reuniendo cada vez más madres de desaparecidos:
eran 60 ó 70.
Todas eran madres que habían perdido a sus hijos. Esa desgracia
las unió entrañablemente, pero también les dio determinación.
Todos los jueves a las tres y media se reunían en la Plaza de Mayo.
No caminaban, no marchaban; se sentaban en los bancos a hacer acto de
presencia y a platicar entre ellas. En esa época eran mal vistas
socialmente porque eran familiares de terroristas y ese estigma
les cerraba todas las puertas.
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