.....El maestro pensó unos segundos. Por un momento creímos que confesaría la invención de esos gusanos que parecen fantasmas percudidos. Lo sorpresivo fue que no, sino que propuso aprovechar el día de campo que se organizaba como convivencia anual. Buscaríamos algunos ejemplares.

—¿No viven en el mar? —pregunté yo.

—Sí, pero también en agua dulce y hasta en lugares muy húmedos.

.....Al parecer, había un riachuelo muy cercano al sitio donde se había planeado ir de día de campo y para eso sólo faltaban dos fines de semana. Agua corriente, fresca y cristalina, ideal para una provechosa pesca. Vaya valentía del maestro como para seguir con eso hasta el final. Pero en fin, dicen que el pez por la boca muere.

.....Luego de dos domingos estábamos ahí. No estaba mal del todo y además teníamos el pretexto ideal para chapotear un rato en el río. Con tanto calor, remojar los pies nos vino de maravilla.

.....Cuál no sería la sorpresa de todos cuando el profesor encontró la primera planaria. Triunfal, con los pantalones arremangados hasta las rodillas y una sonrisa de oreja a oreja, levantó la mano mientras gritaba ¡Una planaria! ¡Una planaria!

.....Nada qué ver con lo que habíamos imaginado. Un esmirriado y escurridizo animalito negro de apenas dos centímetros de largo. Eso sí, habrá que reconocer que era igualito a como lo dibujaban en los libros... una caricatura. Un espantajo de fantasía, un... platelminto.

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