Muerte negra: la peste que asoló a Europa en el siglo XIV

     

La “muerte negra” liquidaba a los pacientes después de uno a tres días de agonía, durante los que escupían sangre, deliraban y se llenaban de ronchas y tumores hasta del tamaño de un huevo. En esta época, los médicos creían tener alguna noción de cómo se contagiaba la enfermedad. Suponían que el aire viciado propagaba el hedor de los muertos y el mal. Por ello aconsejaban quemar hierbas aromáticas en las calles. Pero no sabían que era necesario eliminar a las ratas y la plaga de pulgas que se encontraba asociada con las primeras.

Otro de los graves problemas sanitarios fue el de los muertos. Pronto se acabó la madera para hacer ataúdes; los supervivientes apenas sepultaban a sus muertos, sin envolverlos en un lienzo siquiera, en fosas cavadas de prisa, a flor de tierra o cerca de mantos acuíferos que se contaminaban. Así los mismos cuerpos en descomposición permitían a su vez la proliferación de otros microorganismos, que contribuían a agravar la epidemia de la peste con otras infecciones asociadas.

" La danza de la muerte »" abado de 1486.

Las dimensiones de la catástrofe crearon la convicción de que la peste era un castigo divino por los pecados de la humanidad. Unos perdieron la fe y se entregaron a extravagancias y excesos religiosos. Muchos se unieron a los flagelantes, que creían purgar sus pecados y escapar al castigo del más allá golpeándose con látigos de cuero con puntas de hierro. En el campo cultural se impuso una fascinación morbosa por lo grotesco y por la muerte. Los tratados sobre Ars moriendi (arte de morir) tuvieron mucha popularidad. En el arte y la literatura se instaló lo macabro. Se multiplicaron imágenes trágicas de esqueletos y danzas de la muerte.

Fragmento de una miniatura de "Les Belles Heures "
pintadas por los hermanos Limbourg, siglo XIV.

Antiguo grabado italiano.

La peste proyectó también su sombra en forma de desasosiego social. La enfermedad creó una escasez crítica de brazos en el campo, misma que provocó algunos levantamientos en Inglaterra y Francia contra terratenientes. La mayoría de los infectados eran pobres, que vivían en precarias condiciones de higiene y alimentación. Las capas sociales superiores vivían si no con más limpieza, al menos con menor hacinamiento, fueron quienes menos padecieron.

Además, la clase alta tenía manera de protegerse, alejándose y aislándose de la población infectada. Por ejemplo, los jóvenes ricos que imaginó Boccaccio en el Decamerón se encerraron para protegerse de la peste que atacó Florencia; aunque la peste también atacó a la clase privilegiada, como sucedió en el caso del rey de Castilla Alfonso XI, que murió a consecuencia de la peste.

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