El intercambio comercial
La seda china que compraban los persas y romanos inauguró el comercio de la Ruta de la Seda. Los romanos valoraban enormemente la seda y pagaban por ella su peso en oro. En las culturas mediterráneas, sacerdotes y potentados, incluida la legendaria Cleopatra, se vestían con ropas de seda, apreciaban especialmente aquellas teñidas con el púrpura de conchas de moluscos.
Sin embargo, la Ruta de la Seda no era una vía comercial que existiera solamente para el propósito de intercambiar seda. Además de este producto, había un mercado occidental para otros artículos chinos de lujo como el jade y las lacas así como pieles, cerámica, objetos de bronce y hierro. Invenciones chinas como la pólvora y el papel viajaron así a Europa.
Muchos otros bienes también circulaban por esta ruta, desde oro hasta
marfil, animales y plantas exóticas. Las caravanas que se dirigían a China llevaban oro, plata y otros metales preciosos, ámbar, marfil, tapetes, perfumes, piedras preciosas y vidrio europeo, que no se fabricó en China hasta el siglo V. Una gran cantidad de estos artículos se intercambiaban en el camino por objetos de las regiones por donde transitaban las caravanas. Muy pocos comerciantes y viajeros cubrían toda la extensíón de la Ruta de la Seda, la mayoría sólo recorrían algunos tramos. Por ello, los objetos se movían con lentitud y pasaban por muchas manos.
La operación comercial en la ruta siempre se vio afectada por las condiciones políticas. Durante períodos de guerras, los mercaderes y sus productos peligraban. Las caravanas necesitaban llevar consigo sus propias fuerzas defensivas para protegerse no sólo de pueblos en conflicto sino también de los asaltantes en los caminos que proliferaban durante las épocas de inestabilidad. Este gasto provocaba que se incrementara el valor de los productos.